La obra interna del Espíritu es exteriormente evidente.

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Y ustedes llegaron a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra, en medio de mucha tribulación, con el gozo del Espíritu Santo, de tal manera que llegaron a ser un ejemplo para todos los creyentes en Macedonia y en Acaya 1 Tes 1:6–7.

Una marca indispensable de una iglesia que dice ser cristiana es que imita a Cristo; hay que pensar detenidamente en este aspecto porque no es cosa fácil ser verdaderos reflejos del carácter de Dios. Esta iglesia estaba en su primer amor; deseaban parecerse a Cristo y lo estaban logrando.

Fueron transformados por el poder del evangelio y rápidamente se despojaron de su naturaleza caída para vestirse del nuevo hombre (Ef. 4:22, 24). El contexto pagano en el que estos creyentes estaban no les impidió seguir a Cristo. Quizá era mejor tener un perfil bajo en medio de todos los incrédulos, pero el poder transformador del evangelio no se puede ocultar.

La obediencia, la santidad, esa nueva naturaleza rápidamente se debe ver en los que profesan a Cristo (1 P. 1:1–2). De manera que si en algún lugar era visible el poder del Espíritu, es en estos creyentes. Lo curioso es que estos creyentes no hicieron milagros, ni se nos relata que hablaran en lenguas, pero sí recibieron el Espíritu Santo que los transformó de adentro hacia afuera para convertirlos en santos, amados de Dios.

Estos creyentes, tan solo oír el evangelio y creer, pudieron sentir en carne propia la persecución (Hch 17:1–4, 5-10). Los tesalonicenses recibieron el evangelio y con ello la persecución (1 Ts. 3:4; 2 Ts. 1:4). Pero esta realidad no los desanimó. Los guió a perseverar en la verdad del evangelio y los llenó del gozo del Espíritu para continuar.

De manera que estos creyentes tenían la obra del Espíritu en ellos, es decir, la salvación y vida eterna, pero también les fue manifestado el fruto del Espíritu, de manera que era imposible dudar de cuán genuina era su conversión.

En este punto es bueno detenerse a pensar qué tan genuina es nuestra fe; el mismo Espíritu sigue transformando vidas, obrando milagros y trayendo más creyentes a la vida eterna. Pero esa obra realmente es visible en las comunidades que rodean la iglesia. Hay dos cosas maravillosas de esta iglesia que veremos más adelante: creyeron en medio de la tribulación con gran perseverancia y fueron evangelistas a todos los vecinos y ciudades que los rodeaban.

Algunos no han experimentado el primer amor, otros no saben qué es, pero cuando el Espíritu mueve a una iglesia por el amor que inserta por la obra de Cristo, es algo que se nota y que es claramente visible. Los que no han experimentado este poder del Espíritu para ser testigos de Cristo deben venir a Él en arrepentimiento para salvación y vida eterna, y los que han dejado el primer amor también para volver a ser testigos de la obra de regeneración.