La realidad del pecado que es negado

grayscale photo of chain link fence

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a Él mentiroso y Su palabra no está en nosotros.

1 Jn 1:8–10.

Las personas normalmente son ciegas a sus imperfecciones, yo descuide la dieta, el ejercicio y los buenos hábitos. Empecé a engordar lentamente y sin percibirlo hasta que llegó el momento donde la ropa no me quedaba y entonces debí tomar una decisión, bajar de peso o subir de talla. Si escogía la segunda indudablemente seguiría subiendo de peso lentamente aunque quisiera negarlo, las evidencias estaban ahí. Lo mismo pasa con el pecado cuando lo neguemos sigue creciendo en silencio y haciéndonos esclavos, hasta que nos alumbre la Luz de Cristo para arrepentimiento.

Existe una rama del cristianismo que niega rotundamente su pecado, dicen que ya no pecan y niegan que las escrituras nos habla de nuestro pecado una y otra vez. Las personas que sostienen esta postura siendo creyentes solo muestran su arrogancia y falta de arrepentimiento, se han dejado engañar por sus corazones (Jer. 17:9). Los que se sostienen en esta mentira no pueden encontrar perdón porque piensan que no lo necesita, piensan andar en la Luz pero están en tinieblas porque ignoran la profundidad del pecado (Sal. 14:3; 53:3, Ec. 7:20, Ro. 3:12;).

Los que creen ser puros, sin pecado quizá han caído en su propio engaño, son mentirosos que se engañan a sí mismos ignorando las Escrituras. Y ahora pone en entredicho la verdad de Dios, la que dice que somos pecadores, que necesitamos arrepentimiento y que hay perdón en Él. El creyente necesita el continuo perdón de Dios, esto está claramente evidenciado en el Padre Nuestro (Mateo 6:12). Decir que no tenemos pecado no solamente es una mentira que atenta contra la santidad y la verdad de Dios, atenta contra el evangelio mismo porque niega la necesidad de un Salvador (Ro. 6:23; 1 Ti. 1:15).

Las personas que niegan su pecado hacen infructuosa la salvación por gracia ofrecida en Jesucristo, porque ellos mismos, por sus propios medios dicen haber alcanzado la perfección contradiciendo las Escrituras y al mismo Dios. La conclusión de Juan para estas personas es fácil: la Palabra no mora en el corazón de aquel que niega su pecado y a ellos hay que predicarles el Evangelio y recordarles que su mentira los está llevando al infierno. (Gá. 5:19–21; Ef. 5:5). Pero los que confiesan sus pecados haya perdón en Él.

Negar el problema no nos ayuda, negar el pecado no nos santifica, por ello Juan nos dice que lo confesemos para hallar perdón.