La victoria de la Fe

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Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Y quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 1 Jn 5:4–5.

Las Escrituras son enfáticas al explicar que los vencedores son los que creen que Jesús es el hijo de Dios, esto significa que aceptan a Jesús en todos los términos de su ser. Las personas que han nacido de Dios, que tienen fe, que viven por la fe, son los vencedores.

Los que han derramado su fe en el Señor y viven para Él (Jn. 1:12), tienen vida eterna, han sido adoptados como hijos de Dios. El mundo se pierde porque busca un camino diferente al camino de la verdad, o dice creer en Cristo, pero no se arrepiente de sus pecados (Hch. 26:20). El problema de la actualidad es que se vende un Jesús muy liviano y hay muchos que creen estar del lado de Jesucristo, pero Él no está con ellos. Una persona que no se arrepiente de sus pecados y no los abandona, que no ama el Evangelio y la santidad, que no ama a los hermanos, difícilmente tendrá la victoria de la fe.

Esta fe de la que Juan habla es esa extraordinaria de la que también nos habla Hebreos 11, es esa fe que mueve vidas, transforma pueblos, hace abandonar todo por la causa de Jesús. Es doloroso ver que hoy la fe de muchos se ha enfriado, pero la fe que nace de Jesús es capaz de hacernos renunciar a todo, con tal de tener a Cristo. Aunque la muerte nos alcance o lo perdamos todo, en Cristo seremos más que vencedores (Ro. 8:31–39).

Hermanos, tengamos cuidado de no estar negando nuestra fe delante de los hombres, o menguándola de manera que no nos transforma, si dejamos que esa fe que decimos tener se diluya, entonces no estamos combatiendo por ella y seremos menos que siervos inútiles. Es solo la fidelidad de Dios la que nos mantiene a pesar de nuestra debilidad (2 Ti. 2:11–13), pero es nuestro deber contender por la fe que decimos tener (Judas 3), contra aquellos que se levantan contra Cristo y contra la Iglesia.

Esta fe que nos hace vencedores no tiene que ver con las circunstancias en las que vivimos, tiene que ver con nuestro corazón. ¿Dónde está nuestra fe, ante las pruebas, ante las dificultades, ante la muerte misma? El deseo de Dios es transformarnos y para eso nos ha dado fe (Efe 2:8). La fe que tenemos no es nuestra, proviene de Él; debemos vivir por ella y avivarla a tal punto que no nos importe hasta donde nos lleve Cristo, y podamos seguir viviendo por fe (Job 13:15a). Esta fe ya nos ha dado la victoria; ahora debemos combatir contra el mundo, la carne y el diablo para que esta fe crezca cada día más.