La vida del creyente está escondida en Cristo

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Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes también serán manifestados con Él en gloria. Col 3:1–4.

Al creer en Cristo, cada creyente ha muerto al sistema de este mundo (Gálatas 6:14). El que es en Cristo nueva criatura fue crucificado con Él, de manera que, a lo que respecta a la ley y a la deuda por el pecado, ya no existe; no hay forma en que un muerto pueda pagar. Dios nos ha hecho nuevas criaturas; las cosas viejas pasaron, todas son nuevas (2 Co. 5:17).

Además de haber muerto al mundo y al pecado, la vida de los creyentes está escondida en Cristo. La vida de los creyentes está encubierta, encriptada en Cristo para ser protegida (1 Jn. 3:2); también el Padre cuida la vida de los creyentes; está protegida «con Cristo en Dios». Este magnífico regalo de la gracia de Dios es que nos da seguridad de la salvación; no podemos ser arrebatados de su mano, nuestras vidas no están en peligro, están guardadas para ser manifestadas con Cristo (1 P. 1:4).

Cuando Cristo en su gloria, en su majestad, sea revelado a su pueblo, entonces también seremos glorificados con Él. La unidad con Cristo es tal que vivimos porque Él vive (Jn. 14:19); vive en nosotros (Ga 2:20). Cuando Él se manifieste, los creyentes lo harán (Apo 19:11–13, 15–16). Qué hermosa expresión: en su segunda venida, en la manifestación del Cordero, la iglesia estará con Aquel que guardó sus vidas.

No es extraño, entonces, que para los creyentes el vivir sea Cristo y el morir ganancia (Fil. 1:21). Porque saben cuán preciosas son las vidas que Cristo redimió y nuestra seguridad es eterna, de manera que nada nos podrá separar del amor que es en Cristo Jesús (Rom 8:35-39). Por lo demás, hermanos, nos espera nuestra herencia celestial (Rom 8:17). Esperemos ansiosamente la venida de nuestro Señor y trabajemos en pos de Él (Fil. 3:20-21).

Sobre todo, santifiquemos esperando la manifestación de nuestro Señor.

Por tanto, preparen su entendimiento para la acción. Sean sobrios en espíritu, pongan su esperanza completamente en la gracia que se les traerá en la revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no se conformen a los deseos que antes tenían en su ignorancia, sino que así como Aquel que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir. 1 P 1:13–15.