Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte. Stg 1:2–4.
Al creyente se le manda tener gozo en medio de la diversidad de pruebas que pueden venirle; es que la palabra que usa Santiago aquí se puede traducir como «multicolor». Las pruebas van a venir de muchas formas, ya que las áreas de nuestras vidas deben ser probadas todas.
Hay un tipo de prueba a la que Dios nos somete para que nos demos cuenta de qué tan apegados estamos a su ley; esta es la abundancia (Éx. 16:4). La otra forma es enviando falsos maestros a ver si hay discernimiento por cuanto nos hemos sometido a su santa Ley (Dt. 13:3–4). Esta misma prueba puede venir en forma de pobreza (Job 42:5–6), para ver dónde realmente está nuestro gozo (Hab. 3:17–18). Este tipo de prueba es muy común y nos descubre muy rápido qué tan cerca está nuestro corazón de Dios, dónde está nuestra confianza.
Por otro lado, Dios nos deja aguijones para que aprendamos la humildad, la dependencia de su gracia (2 Co. 12:7). Si no fuera por estos, nos enalteceríamos y nos llenaríamos de orgullo, enaltecidos de nuestras propias capacidades, pero Dios, que lo sabe todo, sabe cómo frenarnos. Y más aún nos enseña dependencia. Porque también nuestra dependencia de lo terrenal será probada. Cuando tenemos la opción de ser engrandecidos en esta tierra o ser llamados siervos de Dios, debemos tomar una decisión y nuestros deseos revelarán dónde está nuestro corazón (He. 11:24–26). Las pruebas destapan lo que somos, nuestra esperanza y nuestra fuente de gozo (2 Co 8–12); estas son importantes porque cuando reconocemos nuestra debilidad podremos atacarlas y parecernos más a Cristo.
Las pruebas no le demuestran nada a Dios; Él lo sabe todo. Son un medio de la gracia para que sepamos esperar en quién es soberano y quién tiene el verdadero control. A veces saldremos victoriosos y otras veces fracasaremos en las pruebas, pero debemos asumirlo con humildad; es Dios quien debe salir glorificado en medio de nuestras pruebas. De lo contrario, si somos hijos, volveremos a ser probados en nuestras áreas débiles, para que no pensemos que la victoria es nuestra.