Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte. Stg 1:2–4.
Nada en las pruebas que nos sobrevienen es negativo; nos están llevando a parecernos más a Cristo. Pero en todo esto las pruebas también nos ayudan a tener la vista puesta en el premio supremo. Cuando un creyente observa su vida de pruebas y dificultades, puede hallar consuelo en la promesa eterna de la redención y la presencia de Cristo. (Ro. 8:18–25; 5:3–4). Esto, a su vez, nos guía a un anhelo por lo eterno. El impío ama este mundo y este sistema corrupto; el creyente anhela salir de él para ir a la presencia de su Señor (2 Co 16–18).
Las pruebas nos ayudan a enfocar nuestro amor, nos revelan lo que amamos y qué tan cerca estamos de amar a Dios con todo nuestro ser (Dt 10:12; 13:3). El gran mandamiento es amar a Dios y las pruebas realmente nos enseñarán si eso es o no una realidad en nuestras vidas, para que nos enfoquemos en quien merece todo nuestro amor (Mateo 22:37). Si estamos amando más nuestras familias, nuestro trabajo o nuestra posición social, no somos dignos de ser llamados discípulos de Cristo (Lc. 14:26).
Otra bendición de las pruebas es que nos ayudan a ser agradecidos y a valorar lo que ya Dios nos ha dado, las veces que nos ha socorrido y sus misericordias (Sal. 63:3–7). Llega el momento en donde estamos tan llenos y conscientes de las misericordias de Dios que menospreciamos los padecimientos (He. 12:2). Las pruebas son necesarias, nos ayudan a consolar a otros (2 Co. 1:3–6), a depender del poder de Dios, nos fortalecen en la fe (2 Co. 12:10).
Definitivamente, las pruebas son un medio de gracia y un medio de guiarnos a la eternidad (1 Pedro 1:5–9), este camino nos enseñará cómo ser semejantes a Cristo. Por lo cual, teniendo un correcto entendimiento de las pruebas, no es raro que Santiago le pida a sus lectores que tengan gozo. Dios quiere que aprendamos a depender de Él en los días más oscuros y encontremos, así, gracia y ayuda para el oportuno socorro. Definitivamente, si en las pruebas nuestra mirada no está en Cristo, entonces sufriremos más de la cuenta.
En resumen, solo hay dos formas de ver las pruebas, con mucho dolor, tristeza y resignación o con gran gozo, esperando que Cristo sea exaltado en todo y que nos enseñe nuestras debilidades para superarlas y ser semejantes a Él. El mandamiento es hacerlo con gozo; de lo contrario, ya estamos pecando y desobedeciendo.