Las pruebas reflejan dónde está nuestro corazón. Prt 1

Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte. Stg 1:2–4.

El oro se purifica con fuego; así el carácter del cristiano debe ser purificado por el fuego de la prueba. Las pruebas que pasa un cristiano aquí en la tierra pueden ser diversas: pobrezas por causa del evangelio, rechazo de la familia, persecución, traslados, soledad, prisiones y algunos, hasta la muerte. Independientemente de cuál sea el nivel de la prueba, hay que entender que las que aquí se mencionan son los sufrimientos a causa del evangelio y no los que corresponden a la naturaleza humana como la enfermedad, aunque esas también demuestran nuestro carácter como cristianos.

Las pruebas están íntimamente relacionadas con los creyentes; Jesús advirtió a los discípulos de esta verdad: en el mundo tendrán aflicciones (Jn. 16:33). Alguien como Pablo también sintió el peso de las pruebas del mundo (2 Co. 4:8). Si a Jesús el mundo lo aborreció, todo lo que a este mundo perciba de Él lo aborrecerá; si aborrecieron al Maestro, también a los discípulos (Jn. 15:20). Pablo le advierte esto a Timoteo: «Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos» 2 Ti 3:12. La piedad acusa al pecador por medio de sus conciencias; por eso no soportan a los que actúan rectamente y los perseguirán.

Hermanos, las pruebas son parte de nuestras vidas, son una oportunidad para mostrarle al mundo lo que significa el gozo de servir al Señor. Mientras los falsos maestros van en pos del dinero y del bienestar, el creyente va en pos de Cristo a toda costa; esto es lo que nos hace diferentes. El gozo del creyente es Cristo, su salvación, la vida eterna y el Espíritu que nos guía al Padre y a toda verdad. El creyente halla paz porque nada lo puede separar del amor que es en Cristo (Rom 8:33–39), el amor del supremo Dios lo llena todo y este debe ser el motor que mueva al cristiano aún en los días más oscuros.

Las pruebas nos van a mostrar dónde está nuestro corazón; ya Dios lo sabe, pero nosotros no, de ahí la importancia de ellas para que, por medio de ellas, volvamos o nos aferremos a Dios. El creyente ciertamente no disfruta de las pruebas, pero las asume con gozo, sabiendo que Dios lo ha puesto ahí para purificarlo y guiarlo a toda verdad. Nuestro primer deber delante de las pruebas es inclinarnos a Dios para que él nos purifique y nos haga más semejantes a Cristo.