Las pruebas tienen la meta de prepararnos para la vida eterna.

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Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman. Stg 1:12

La palabra bienaventurado que aparece en este pasaje denota gozo y una satisfacción, lo cual tiene su fuente única en el Señor; este gozo se deriva de Su poder otorgado a los creyentes para que puedan soportar la prueba. Dios somete a los creyentes a la prueba y los fortalece para que puedan gozarse en ella. La prueba también nos aprueba, afirma la fe, la esperanza, afirma nuestra confianza en Cristo. Cuando un creyente es probado, el fin es que crezca espiritualmente, que se despegue cada vez más de este mundo y anhele más a Cristo.

Pedro les recuerda a los judíos que por ahora necesitan ser pasados por la prueba (1 P. 1:6–7), pero que la fe de ellos es más fuerte y sólida, porque está en Cristo, en la esperanza eterna. Soportar la prueba con firmeza es una forma de mostrar amor a Dios; los que anhelan una patria mejor y un lugar en la presencia del Señor ponen su mirada en lo celestial, esperando la manifestación gloriosa del Salvador (Col 3:1–4).

Los que luchan en medio de las pruebas recibirán la corona de vida que Dios ha prometido; la salvación espera a los que aman a su Salvador. Ese amor se ha demostrado manteniéndose firme en medio de las pruebas sin apostatar, manteniendo firme la profesión de fe y la esperanza. De alguna manera, en medio de las pruebas también es notorio quién espera en Dios y quiénes no, de manera que sirve de colador para separar el trigo y la cizaña. En medio de la iglesia habrá muchos simpatizantes, que les gusta estar en medio del pueblo de Dios, pero es en medio de las pruebas donde sale a relucir la verdadera naturaleza.

Quien logre mantenerse firme, con su fe inquebrantable, demostrando así su fe firme en Cristo, recibirá corona, porque las pruebas no dañan nuestro amor por Él, lo hacen crecer, no importa cuán severas sean o cuánto puedan durar. Cuando alguien ama a Dios en medio de las dificultades, prueba también en quién ha confiado. Estas pruebas y carrera de fe terminarán cuando se acabe nuestra vida, cuando lleguemos a la presencia del Señor; ahí se nos dará el galardón de la vida eterna.

La recompensa para los que por fe han sido preservados para vida eterna se mostrará el día del encuentro con Cristo, pero se ha de demostrar que se anhela esa corona en esta tierra, soportando con paciencia las pruebas, anhelando una patria mejor.