Hermanos, no se quejen unos contra otros, para que no sean juzgados. Ya el Juez está a las puertas. Stg 5:9.
Cuando las pruebas nos acorralan, es muy fácil ser quejumbrosos. Ya Santiago tocó el tema de las pruebas anteriormente: «Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas» (Stg 1:2). El asunto es que, en medio de las pruebas, también tendemos a ser más sensibles, y cuando el gozo no es la constante, los conflictos entre hermanos surgen.
La queja se convierte en pecado porque, en vez de estar gozosos en la presencia del Señor, indirectamente lo acusamos de no tener misericordia y de ser culpable de las desgracias que nos ocurren.
Una de las formas en las que pecamos también es comparando nuestra situación con la que viven otros hermanos, como si ellos no sufrieran lo suficiente. La queja contra otros creyentes toma este rumbo, decir contra otros que no merecen estar tan bien mientras nosotros estamos tan mal (Ro. 14:10). Aun el sufrir debemos aprender a hacerlo sin murmuraciones (Fil. 2:14-16).
Ya el juez está cerca, quien sí conoce todo de nosotros, las buenas y las malas obras, quien dará a cada uno recompensa por su vida aquí en la tierra; cada creyente deberá comparecer (2 Co. 5:10). Cristo vendrá y nos hará entender que sus misericordias se han renovado cada día para nosotros, aun en los días más difíciles.
Hay un elemento que los creyentes deben saber para que las quejas no llenen los corazones: los hijos de Dios no sufren desgracias; todo lo que Él permite en la vida de sus hijos lo hace para que crezcan. «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito» (Ro 8:28).
Si pensáramos en cada día difícil que el Señor está actuando para beneficio de nosotros y que las pruebas, las dificultades y aun los conflictos que surgen entre nosotros son para beneficio de nuestras almas, las quejas se acabarían. Contra Dios y contra nuestros hermanos, pecamos cuando hay quejas. Hermanos, que nuestra forma de vivir sea conforme a las Escrituras que nos enseñan:
Gozándose en la esperanza, perseverando en el sufrimiento, dedicados a la oración. Ro 12:12.
Miren que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino que procuren siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos. Estén siempre gozosos. 1 Tes 5:15–16.