Llamados a ser sabios.

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El sabio de corazón aceptará mandatos, Pero el necio charlatán será derribado. El que anda en integridad anda seguro, Pero el que pervierte sus caminos será descubierto. El que guiña el ojo causa disgustos, Y el necio charlatán será derribado. Fuente de vida es la boca del justo, Pero la boca de los impíos encubre violencia. El odio crea rencillas, Pero el amor cubre todas las transgresiones. En los labios del entendido se halla sabiduría, Pero la vara es para las espaldas del falto de entendimiento. Los sabios atesoran conocimiento, Pero la boca del necio es ruina cercana. Proverbios Pr 10:8-14.

Este pasaje hace un claro contraste entre el sabio y el necio: el necio siempre será derribado porque su camino es pervertido, siembra discordia, habla mal del amigo, es charlatán y egoísta, busca la violencia y la disfruta. Su naturaleza es odiar y que otros se odien, por eso la vara de corrección siempre está en su espalda. Al necio hay que evitarlo, no tener comunión con él porque todo lo que dice es ruina y atrae ruina a quienes lo escuchan; su vida es la destrucción y su gozo es la rencilla.

 El sabio es reflexivo, acepta y escucha los mandamientos, puede andar seguro por la calle porque su andar es íntegro; no solamente escucha el consejo, sino que lo vive y lo replica a fin de que su boca sea fuente de sabiduría. El que es sabio reprende, pero lo hace con amor para edificar y dar vida a quienes escuchan atentos; ama el sabio y no guarda rencor, y en sus labios siempre hay sabiduría.

 Es por todo esto que la Biblia habla de la sabiduría como un camino a transitar, una forma de vida en la que cada uno debe andar. La sabiduría es una forma de hablar, de amar y de perdonar; la sabiduría se hace presente en todas las áreas de la vida. El Nuevo Testamento hace llamados a los cristianos para que actúen con sabiduría, perdonando y corrigiendo (Santiago 5:20; 1 Pedro 4:8). El creyente debe ser conocido por esto, por ser una fuente viva de la sabiduría que solo proviene de Dios, la sabiduría andante, o al menos debe ser un buscador constante de ella y atesorarla para lograr el conocimiento de Dios.

 El creyente debe ser conocido por evitar al necio, alejarse de él y anhelar la sabiduría, todos los días nos encontraremos con un necio de corazón y tendremos que luchar contra él, por eso hay que echar mano de la sabiduría para no caer en la necedad. La sabiduría es reflejar el carácter manso y humilde del Señor, que reprendía fuerte y vehementemente a sus opositores, pero al mismo tiempo fue amoroso para quienes lo buscaron arrepentidos de sus pecados. En esta tierra no alcanzaremos la plenitud de la sabiduría, pero se nos manda a andar en ella, a desearla y a caminar por ella; ese es nuestro deber y debe ser nuestro compromiso.