Los apetitos del mundo se oponen a Dios.

a bunch of screws sticking out of an apple

Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.

1 Jn 2:16.

Mientras Lot corría por su vida siendo obediente, su mujer ponía la mirada en todo lo que dejaba atrás, su corazón no estaba en lo que Dios había dicho sino en lo que dejaba atrás. Sus pasiones, deseos la hicieron perecer (Gn. 19:17, 26). Si el juicio de Dios fuese hoy así de contundente, muchos ya habríamos perecido, pero Él juzgará un día en el cual nadie escapará.

Juan resume las tres áreas del mundo con las que no se puede identificar el creyente, en primer lugar, la pasión o deseos de la carne. La palabra pasión, es un deseo intenso que tiene el ser humano, no necesariamente malo, pero cuando se le añade la palabra carne se le da una connotación negativa. La carne representa el pecado y la condición caída del ser humano que lo lleva a cometer pecados aberrantes. Entonces, los deseos de la carne no es nada más y menos que los apetitos humanos para pecar, y cuando no encuentra inventa (Rom 1:30), el impío está deseando pecar.

La siguiente es la lujuria, el deseo intenso de los ojos por tener y poseer lo que no le corresponde, no necesariamente solo en el área sexual, puede ser también en la codicia, en los mandamientos el Señor mandó a no codiciar nada, desde la mujer, hasta los animales del prójimo (Deut 5:21). Esto también fue usado por Satanás para tentar a Eva, ella vio con codicia el fruto prohibido (Gn 3:6). Los deseos de los ojos es un pecado que cuesta ver y vencer, porque el ojo nunca se sacia de ver (Ecl 1:8). Este impetuoso deseo de los ojos también es el que llevó a Eva a pecar contra Dios (Gn 3:6). El mundo se deja llevar por los deseos de los ojos cometiendo pecados indecibles, esto no puede provenir de Dios y menos los que los practican tener comunión con Él.

El tercer aspecto de estas cosas que no provienen de Dios es la vanagloria, querer ser importante o más importante, esta también es una motivación para el pecado, los impíos los se exaltan y buscan glorificarse a sí mismos, buscan su propia gloria, la que no les pertenece y se vuelven necios (Ro. 1:22–25). La vanagloria de la vida lleva al ser humano a querer endiosarse, a tomar el lugar de Dios (Gn 3:5), esa es la promesa satánica. Pero es una lucha que nunca termina, siempre Dios estará en su trono y todos serán súbditos Suyos.

En resumen, Juan muestra el actuar del mundo para que no lo amemos, para que no caigamos en la tentación de poner en juego la santidad de Dios, para que evitemos amar a este mundo que cada vez es más corrompido.  Este es el mandamiento:

No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 1 Jn 2:15.

Además, debemos tener cuidado de no estar participando con aquellos que le dan rienda suelta a los deseos de la carne, mientras el creyente se santifica esperando al Santo el mundo busca y anhela pecar en pos de su fin que es la muerte y el infierno, cuidémonos de no identificarnos con ellos, y no estar justificando su pecado (Ro 1:32)

Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gá. 5:19–21)