Los creyentes aman por el nuevo nacimiento en Cristo.

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Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece. Porque: «Toda carne es como la hierba, Y toda su gloria como la flor de la hierba. Sécase la hierba, Cáese la flor, Pero la palabra del Señor permanece para siempre». Esa es la palabra que a ustedes les fue predicada. 1 P 1:23–25.

Los creyentes aman porque han conocido la única fuente de amor verdadero, los engendrados por Dios son los que aman; esa es la forma en la que se identifican verdaderamente los creyentes (1 Jn. 5:1–2). Ser creyentes se puede manifestar de muchas maneras, pero la más sobresaliente es el amor. Pedro lo resume así: ámense porque han nacido de nuevo, ámense con amor entrañable.

El nuevo nacimiento fue un evento único en la vida del creyente, pero que tiene consecuencias y repercusiones por la eternidad; el amor es una de esas repercusiones. Ya que nacieron de una simiente incorruptible, es decir, de la Palabra de verdad. Ahora el creyente ama, porque su naturaleza es dada por la Palabra de Dios en la que ha creído (Ro. 10:17). Dejar de amar es negar la fuente de su nacimiento y darle la espalda.

Mientras las cosas de este mundo pasan, la Palabra de Dios permanece, el Evangelio permanece. Una y otra vez la Biblia nos recuerda la necesidad de amar, por la naturaleza que se nos fue dada en Cristo. Esta constante repetición nos muestra lo difícil que es de verdad amar como Cristo quiere que amemos (Ro. 7:14–25); la carne y las luchas que tenemos nos frenan a cumplir el propósito de Dios, pero nuestro deber es luchar por cumplir con sus mandamientos.

Las incoherencias de la humanidad nos están llevando al abismo de lo moral, el amor a lo terrenal, a lo efímero de esta tierra, la idolatría que nos rodea y nuestra propia carnalidad hacen que amar sea difícil. Cada vez más personas viven en la soledad de sus vidas, en la egolatría, sin sacrificios ni misericordia por el prójimo. Dios sabe que podemos caer en este pecado; por eso nos repite una y otra vez que debemos amar porque hemos nacido de nuevo.

No debemos olvidar que amar es una necesidad impuesta por Dios para nuestras almas, así como decir la verdad, la santidad y dejar nuestra vieja naturaleza. Hermanos, amar es tan difícil en nuestra carne que Dios nos repite este mandamiento muchas veces. Si Dios está preocupado en que manifestemos el amor, nuestra preocupación debería ser obedecerle amándonos unos a los otros como Él nos ha amado.