Los creyentes deben amar y desear las Escrituras.

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Deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación, si es que han probado la bondad del Señor. 1 P 2:2-3.

La Biblia plantea la necesidad que tiene el creyente de ella; cada cristiano debe tener esa sed y ese deseo por la Palabra. Un niño recién nacido urge de la leche materna; de esta manera debe cada creyente sentir la necesidad de la Palabra. Según nos muestra la Escritura, el deseo de los creyentes por ella debe ser algo natural.

Pedro manda a los creyentes a desear ansiosamente la Palabra; ese deseo debe mover todo nuestro ser para que nuestra meta sea conocer a Dios. El salmista se comparaba a un ciervo sediento que brama por agua; así sentía la necesidad de la comunión con Dios (Sal. 42:1). A pesar de que la Biblia nos muestra estos escenarios de necesidad, a los creyentes nos cuesta tener la disciplina de desear las Escrituras. Debemos examinar nuestros corazones, no sea que estemos engañados, alimentándonos según nuestra naturaleza caída y, por otro lado, asegurando que somos creyentes.

En este caso particular, Pedro no manda a que los creyentes hagan cosas extraordinarias con la Palabra; los manda a desearla, a buscarla, la que no tiene mezclas, la que es pura. Lo urgente para el creyente es que conozca a Dios y a sus mandamientos puros y limpios (Sal 19:8–9, 119:140). El cristiano debe descubrir la grandeza de Dios; por ello el Espíritu lo hace anhelar las Escrituras, donde no hay adulteración, donde se puede tener comunión con el Señor, donde se puede tener intimidad con los preceptos de Cristo.

La urgencia de este mandamiento está en la necesidad de cada cristiano de crecer y no quedarse desnutrido en su naturaleza espiritual; hay que crecer en la gracia y conocimiento en Cristo Jesús (2 P. 3:18). El creyente es transformado por el Espíritu cada vez que lee y medita en las Escrituras (2 Co. 3:18). El creyente necesita crecer en su salvación para el día de la redención final; cada cristiano se prepara para el día en que verá a Dios y va creciendo y alimentándose para ese día (He. 3:14).

Pedro termina su exhortación haciéndoles saber a los creyentes la razón de su necesidad, esta es la bondad del Señor que han probado (Sal. 34:8). Solo los que han probado tal bondad tienen ese deseo de crecer. Los creyentes deben desear la Palabra porque es una necesidad implantada en quienes han probado esa bondad, los incrédulos no tienen tal necesidad porque no conocen a Dios, lo que convierte esta necesidad en un reto para nosotros.