Los creyentes deben dar buenos frutos.

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¿De qué sirve, hermanos míos, si alguien dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo? Stg 2:14.

La obra de Dios en nuestras vidas nos hace actuar en medio de las circunstancias; la fe, obra en amor, misericordia y bondad. El amor que Dios nos ha dado es el que nos mueve a hacer lo que hacemos, de manera que la luz de Cristo debe brillar en la vida de los creyentes (Mt. 5:16). La elección de Dios tiene el propósito de salvar y que los salvados den testimonio de la obra hecha en ellos (Jn. 14:21; 15:16). Los creyentes son creados para buenas obras (Ef. 2:10).

Dicho lo anterior, debemos entender cuáles son esas buenas obras a las que la Biblia hace mención en este pasaje. En primer lugar, nos ha hablado del gozo en medio de las pruebas para que produzca una fe robusta (1:3), no dejarse llevar por la tentación (1:12), la pureza (1:21), someterse a la Palabra de Dios (1:22–23), tener misericordia de los hermanos necesitados (1:27) y no tener preferencias en medio de la Iglesia (2:1–9).

Todas las buenas obras mencionadas anteriormente son suficientes para que nuestra vida esté ocupada dando frutos en medio de la Iglesia. Hay algo que es bueno determinar: estas buenas obras terminan dando gloria a Dios cuando los hombres las ven (Mt. 5:16). La iglesia debe ser un lugar donde la bondad se manifieste a todos. Los creyentes deben ser capaces de ayudar a los necesitados cuando se puede.

Ahora el tema de Santiago no es que la Iglesia está hecha para rescatar a los pobres, a los necesitados; ese no es el trabajo de la Iglesia. Está en la tierra para dar testimonio de Cristo y de su Evangelio; ayudar al necesitado es solo una manifestación de la gracia de Dios, pero no es el fin último de la Iglesia. La responsabilidad está en velar porque nadie en medio del pueblo o de la comunidad cristiana tenga hambre, frío o pase desnudez, pero a los pobres de este mundo siempre los tendremos. Cristo estaba preocupado por la multitud que lo seguía, pero los acusó de seguirlo solo por el pan (Jn 6:26-51). Si a Jesús la multitud lo seguía por la conveniencia, lo mismo harán con la Iglesia.

En conclusión, los creyentes están llamados a buenas obras, pero a las que Dios preparó de antemano para que andemos en ellas (Ef 2:10); los que dicen que tienen fe, pero que no dan fruto, no son salvos, porque la luz de Cristo nos hace alumbrar a todos los hombres. Hay alguno que quiere brillar con luz propia y con obras propias, pero no son las obras las que salvan; es la gracia de Dios la que nos salva y nos hace actuar piadosamente.