Y esperar de los cielos a Su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tes 1:10).
Una marca de un verdadero creyente es su esperanza; los creyentes anhelan la venida de Jesús. Este anhelo no nace del vacío, sino desde la misma ascensión de Jesús cuando se prometió que volvería de la manera (Hch. 1:9–11). Cada vez que se plantaba una iglesia, los apóstoles enseñaban esta esperanza a quienes se convertían y esto los animaba a seguir trabajando por causa del evangelio en medio de las tribulaciones.
La verdad teológica de que Cristo resucitó ayudaba a los creyentes a mantenerse enfocados en Él porque todo ha sido sometido bajo sus pies (Ef. 1:19–23), dado que al Padre le agradó el sacrificio ofrecido una vez y para siempre.
Esperar a Jesús muestra una ilusión y sobre todo esperanza, pero también es un ejercicio de paciencia, dado que ninguno sabe el día ni la hora. La espera de Jesucristo de los cielos es un tema que a la iglesia de Tesalónica se le enseña en varias ocasiones (1 Ts. 2:17, 19; 3:13; 4:15–17; 5:8, 23; 2 Ts. 3:6–12). Pablo esperaba corona, pero sabía que los que esperaban la venida del Señor también la obtendrían (Tit. 2:11–13).
La venida de Cristo debe animarnos a seguir la carrera espiritual, animarnos a trabajar constantemente en el evangelio y debe comprometernos a luchar por la santidad de la iglesia. Los creyentes debemos tener un concepto claro de la venida de Jesucristo para no esperarlo de una manera idolátrica.
La venida del Señor representa la manifestación de su gloria, la eternidad y el bienestar, pero sobre todo la exaltación del Cordero, porque los pueblos y creyentes de todas las naciones se reunirán en su presencia para adorarlo; será un día glorioso. Es por esta verdad que la iglesia se anima a seguir trabajando, porque el Señor de gloria volverá y le veremos tal como Él es.
Debemos ser consecuentes con nuestro llamado y nuestra esperanza en gloria, que es Cristo Jesús (2 P. 1:10). Debemos vivir acorde a lo que decimos esperar. Hermanos, no olvidemos esto, que Cristo viene y que traerá con Él corona y pagará a cada uno conforme a la obra que realizó. Al igual que los tesalonicenses, deberíamos trabajar arduamente con la esperanza puesta en el Salvador y su promesa de redención.
