Los cristianos debemos ocupar nuestras mentes en Cristo mientras lo esperamos.

close-up photography of person writing on book page

Pero el fin de todas las cosas se acerca. Sean pues ustedes prudentes y de espíritu sobrio para la oración.Sobre todo, sean fervientes en su amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados. 1 P 4:7–8.

Ya que el día se acerca, el día en que los cuerpos de los creyentes serán transformados, es necesario que los creyentes anden de una manera sobria. Ser sobrio significa tener agudeza mental, estar concentrados. La idea aquí es que es necesario que los creyentes tengan dominio propio y no se dejen llevar por sus pasiones y tengan un concepto claro de sí mismos (Ro. 12:3). Esto también tiene que ver con fijar la mente, tener la vista puesta en el Señor (Col. 3:2, 16).

Cuando los fieles se enfocan en lo celestial, no queda espacio para las tentaciones y pasiones terrenales en las que el diablo desea que caigamos. (1 Jn. 2:15–16). Cristo quiere que tengamos una vida ocupada en lo celestial, en las promesas que nos ha dejado para que este mundo no la llene de pecado e injusticias.

Por eso también el cristiano debe tener una mente ocupada en la oración; esto es parte de tener una mente sobria. La oración es el acceso directo que tenemos delante del Padre, pero si la mente no es un lugar apacible, entonces tampoco el creyente podrá elevar sus oraciones al cielo. Es necesario que el creyente, a pesar del bullicio y el escándalo social en el que vivimos, tenga su mente sujetada a Cristo en oración y en la esperanza que ha de venir.

La única manera de tener una mente sobria es que, como cristianos, nos ocupemos de las cosas celestiales; un contacto constante con la lectura de la Palabra, los devocionales o las oraciones nos puede ayudar a mantenernos sobrios, expectantes de la venida de nuestro Señor. Pero es imposible que una mente ocupada todo el día en lo terrenal con una hora a la semana de culto pueda tener puesta la mirada en Cristo.

Estos mandamientos imperativos tienen como propósito mostrarnos la necesidad que tenemos de ocuparnos en lo espiritual. Si Dios sabe cuán necesitados somos, al punto que nos ha dejado mandamientos, deberíamos prestar atención y ocuparnos de cumplir su voluntad; los mandamientos que el Señor deja son para nuestro beneficio. La desobediencia a ellos acarrea consecuencias negativas.

Debemos ocupar nuestra mente en Cristo mientras estamos anhelando su retorno. Pero si olvidamos que Él viene y que nos llevará a su presencia, será muy fácil dejar de ser sobrios y nos sumergiremos en la vorágine del mundo, la sociedad y la cultura que nos apartan de su gloria. Hermanos, no olvidemos que el Señor pronto viene; si olvidamos nuestra esperanza en Él, lo habremos perdido todo.