Mientras esperamos a Cristo, debemos amarnos y cuidarnos los unos a los otros.

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Sobre todo, sean fervientes en su amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados. Sean hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones. 1 P 4:8-9.

El anhelo de la pronta venida de nuestro Señor debe llevarnos a tener una mejor comunión con los creyentes, con los hermanos, en la fe. La importancia es tan significativa que dice «sobre todo», lo que implica que para Dios este aspecto debe sobresalir en nuestras vidas. Los creyentes aman de tal manera que corren y luchan en pos de ese amor; debe hacerse un esfuerzo grande y sacrificado para amar a los hermanos.

Este amor se caracteriza por ser sacrificial, no sentimental, y demanda un esfuerzo del músculo espiritual en cada individuo para manifestar amor a pesar de los insultos, los agravios y las incomprensiones ajenas. Juan lo dice de esta manera: «Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros» 1 Jn 4:11. Tenemos un deber delante del Señor de amar a los que Él amó y dio su vida para salvarlos, pero no solo eso, también hay que amar a los enemigos (Mt. 5:44).

Este amor que demanda el Señor es capaz de cubrir los pecados, de no tomarlos en cuenta, así como Cristo amó a los hombres para cubrir sus pecados (Ro. 5:8); es necesario que los hombres amen y perdonen a los que los maltratan. Amar es una forma de vida, es una característica real de aquellos que aman a Dios.

Una manera en que la iglesia mostraba este amor era por medio de la hospitalidad, no solo a los conocidos, sino a todos los que profesaban la fe y debían huir de sus hogares. Muchos de estos anfitriones debían cuidar a estas personas por meses, por años algunos. Muchas de estas personas hospedadas no podían cooperar económicamente con sus anfitriones y debían hacerlo sin murmurar.

Esta hospitalidad debe ir cubierta de amor, llena de misericordia y de perdón. En los primeros siglos de la iglesia y hoy en algunas regiones donde la persecución es cada vez mayor, los creyentes están sufriendo necesidades, que familias piadosas cubren con profundo amor y gozo. Y esto es lo que Dios quiere, que el amor que le profesamos tener sea llevado a lo tangible, a la vida práctica en beneficio de los que nos rodean.

Parte de aprender a sufrir en esta tierra es que los creyentes aprendan a amar desinteresadamente y hasta sacrificialmente como Dios nos manda a hacerlo. Perdonándonos y auxiliándonos en nuestras necesidades los unos a los otros. El deber es amarnos y cuidarnos mientras Cristo regresa para salvarnos de este mundo de pecado.