Plantar iglesias es una labor ardua y de sacrificio en la que deberíamos estar participando todos.

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Porque como saben, nunca fuimos a ustedes con palabras lisonjeras, ni con pretexto para sacar provecho. Dios es testigo. Tampoco buscamos gloria de los hombres, ni de ustedes ni de otros, aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido imponer nuestra autoridad. Más bien demostramos ser benignos entre ustedes, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por ustedes, nos hemos complacido en impartirles no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegaron a ser muy amados para nosotros. 1 Tes 2:5–8.

 El verdadero evangelio que llevó Pablo a Tesalónica lo hizo renunciar a muchas cosas, entre ellas la comodidad y la estabilidad económica. Cuando dice que no ha ido con lisonjas, lo que expresa es que no fue con deseos de aprovecharse de ninguno de ellos; no buscaba adulaciones ni favores económicos.

Pablo predicó el evangelio sin esperar que los hombres le debieran nada; no buscaba su favor, ni su gloria, ni ofrendas, ni dineros. Como apóstoles del Señor tenían derecho a ser sustentados y a recibir ofrendas, pero en el caso de Tesalónica decidieron dejar de lado esa oportunidad para llevar el evangelio.

Más que aprovecharse de la situación, los apóstoles fueron cuidadosos y amorosos con otros creyentes, de manera que vinieron a ser cuidadosos y tiernos en medio de ellos. La ternura que tuvieron es como la de una niñera, amándolos profundamente. Las vidas del apóstol y de sus compañeros fueron invertidas en la de los tesalonicenses; el evangelio que se les predicó llevaba este componente de entrega a las almas.

Todas estas expresiones que encontramos de parte de Pablo muestran la realidad del evangelio y de la plantación de iglesia. Quienes se dedican a esta labor con conciencia limpia delante de Dios saben lo que se sacrifica cuando se va en pos del evangelio. Quienes van a plantar iglesias saben que hay que abandonar muchas comodidades y el sacrificio que esto lleva.

Una persona que es enviada por Dios es sustentada por Él. Esta convicción también implica que quienes se dedican a esta tarea estarán dispuestos por amor a las almas a abandonar los privilegios hasta el punto de entregarse a ellos mismos por las personas que vienen creciendo en el evangelio.

Como creyentes, deberíamos siempre estar dispuestos a dejarlo todo por el Señor y anhelarlo a Él antes que al bienestar terrenal. Ahora también está claro que Dios es quien provee los medios para hacerlo. No es una cuestión de los hombres, es Él quien sustenta. De modo que, al igual que Pablo, cualquiera que se dedique con conciencia limpia a plantar iglesia de parte del Señor recibirá el sustento. Pero en primera instancia debe haber el deseo de negarse a sí mismo.

Los frutos los da el Señor, pero como creyentes debemos disponernos a llevar la causa de Cristo y sacrificarnos si es necesario o participar en las necesidades con quienes lo hacen, pero no debemos estar ociosos en la viña del Señor.