El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo. 1 Juan 2:6
Cuando una persona contempla a otra por mucho tiempo indefectiblemente, pronto empezará a imitarla. Esta imitación es por una cuestión biológica. En el cerebro existen unas neuronas llamadas espejo; estas permiten que inconscientemente observemos, respondamos e imitemos los gestos de la persona que admiramos. Por esto no es raro que en una familia haya un gesto en particular que se repita o que sea visible en todos sus miembros.
Cuando un cristiano permanece en comunión con Cristo, entonces indefectiblemente empezará a imitarlo. Para ello es necesario que la contemplación de la persona y vida de Jesucristo sea una realidad en el creyente, así como lo es la permanencia (Jn 15:4–5), el que permanece en Jesús es el que puede dar fruto (Jn 15:10-11). De manera que una vida espiritual infructuosa puede deberse al alejamiento de la persona de Cristo. No es trabajo o ministerio el fruto que se busca en los que permanecen en Él, lo que se busca es el reflejo de la santidad de Su persona en sus seguidores.
La santidad, la negación, las buenas obras y el andar de Cristo es lo que se demanda de los que dicen que le siguen (Lc. 9:23; Fil. 1:6; 2:11–13). Hoy hay muchos falsificadores de la fe, como lo hubo en los tiempos de Jesús, personas que se visten de santos por fuera, pero que están muertos y podridos por dentro. Lo que se demanda de los seguidores de Jesús es que sean íntegros en su andar, que su vida se corresponda a lo que dicen seguir y creer.
El creyente, por tanto, debe andar en la luz (Jn. 8:12), en una vida renovada (Ro. 6:4), por fe (2 Co. 5:7), en el Espíritu (Gá. 5:16), en buenas obras (Ef. 2:10), en amor (Ef.5:2), dando fruto (Col. 1:10) entre otros aspectos que nos hacen semejantes a Cristo, pero esto solo es posible a través de una vida contemplativa. Definitivamente, el mandamiento es a ser como Él, a dar testimonio de su vida en nosotros. La cuestión es que es una obra de Dios en nosotros; el Santo Espíritu es el que nos ayuda y sostiene en esta tarea.
Jesús mismo estuvo sometido a la voluntad del Padre (Jn. 6:38), de manera que cuando nos demanda esto, no hace algo que en su persona no haya logrado. Definitivamente, lo que nos falta es contemplar a Cristo para ser como Él y darle gloria al Padre. Entre más alejados estemos de Cristo, más difícil será parecernos a Él; entre más cerca estemos de Él, más nos pareceremos. La responsabilidad es nuestra. ¿Qué estamos imitando? Dejemos de contemplar el mundo y pongamos la mirada en Cristo.
Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Col 3:1.