Solo los creyentes tienen un verdadero amor por Cristo.

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Pues esto se encuentra en la Escritura: «Yo, pongo en Sión una piedra escogida, una preciosa piedra angular, y el que crea en Él no será avergonzado». Este precioso valor es, pues, para ustedes los que creen; pero para los que no creen, «La piedra que desecharon los constructores, Esa, en piedra angular se ha convertido,” y, «Piedra de tropiezo y roca de escándalo». Pues ellos tropiezan porque son desobedientes a la palabra, y para ello estaban también destinados. 1 P 2:6–8.

Pedro cita Isaías 28:16 para describir la seguridad que tienen los creyentes en Cristo; Él es la piedra angular de la nueva casa espiritual de Dios. La profecía de Isaías apuntaba a días cuando llegara Jesús como el Mesías; Él llegaría a ser la piedra especial puesta en Sion.

La promesa era que el Cristo habría de venir a Sion y ahí sería establecido (Lc. 17:20–21); aunque el reino terrenal deberá esperar hasta el milenio, los creyentes hoy gozan de la comunión con el Salvador donde Él reina en medio de su iglesia. Aunque el mundo ha desechado al cordero y a la Piedra, sigue siendo el eje sobre el cual se edifica su pueblo.

Cristo es la piedra preciosa que rechazó el mundo; los gobernantes y la sociedad en general la rechazan hoy, pero sigue siendo preciosa, irremplazable y sin tacha. Los que ponen su confianza en Cristo no son avergonzados (Ro. 10:11–13) ni decepcionados. La seguridad de los creyentes está en esa Roca y en las promesas preciosas que hoy tienen; el Señor terminará la obra en sus hijos (Fil. 1:6).

Entonces los creyentes aman a Cristo y esperan en Él, lo consideran precioso y se acercan a Él; los incrédulos lo desprecian y lo rechazan, pero los verdaderos creyentes sienten afecto por Él. Amar a Jesús es parte de la gracia de Dios otorgada a los creyentes porque esto también es don de Dios. Al rechazar a Cristo como la piedra angular, los judíos lo desestimaron, lo cual derivó en su juicio.

Los que rechazan a Cristo serán juzgados en la eternidad; solo Él es el medio de la salvación y la vida eterna (Jn. 3:18, 36; 8). Los que han confiado en Él pueden vivir tranquilos y reposadamente porque sus vidas están guardadas en la Roca. Un verdadero creyente es conocido por unirse y aferrarse a Cristo, aunque sea rechazado con Él, porque sabe que ha sido puesto por Dios para salvación de los creyentes y juicio de los impíos.  

Es mejor sufrir el rechazo del mundo amando a Cristo que recibir el rechazo de Dios por amar al mundo (1 Co. 16:22); nuestro amor por Cristo debe ser superior a todo tipo de amor que tenemos en este mundo (Mt. 10:37; 2 Co. 5:14). Cada día debemos acercarnos más a la Roca para que nuestra fe crezca y nuestro gozo esté con Él.