Sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús

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Para las iglesias de nuestra región, el sufrimiento es muy distante; los creyentes no son formados con un carácter duro, dispuestos a sufrir por la causa de Cristo. Mientras otros creyentes del mundo sufren hasta la muerte por el Evangelio a manos de religiosos, pandillas o delincuentes, en nuestra región es fácil ocultarse en la cueva de las cuatro paredes de una iglesia. Muchos cierran las puertas por miedo a una visita indeseada, ponen guardaespaldas, pero los creyentes estamos llamados a sufrir como soldados.

Pablo llama a Timoteo a aguantar el sufrimiento y los dolores que el evangelio trae, a resistir y no a huir; como soldado, debe estar firme a pesar de sus circunstancias dolorosas, a no claudicar. El único fin de un soldado es obedecer a quien lo llamó, seguir sus instrucciones y pelear para que su autoridad reine.

Los que son de Cristo y, especialmente, los que son llamados al ministerio deben tener una clara teología del sufrimiento. El sufrir a causa de Cristo está mal visto; pocos hombres y mujeres se aventuran a la vida por la fe y prefieren servir a sus patrones terrenales. Esa baja de muchos soldados ha hecho que el evangelio se estanque, se detenga o pervierta; en el caso de Latinoamérica, las tres.

Es difícil saber cuánto estamos dispuestos a sufrir por Cristo; no tenemos idea de lo difícil que puede llegar a ser. Aunque algunos habremos experimentado un poco de las consecuencias de seguir a Cristo, como la pobreza, abandonar la familia, ser excluido, me temo que aún no hemos probado la verdadera prueba, y aunque quizá no lo vayamos a hacer de lleno, desde ya podemos tener una perspectiva de qué tan fieles seríamos, con solo ver nuestro comportamiento actual.

Debemos aprender, pero quizá no lleguemos a gozarnos al nivel que lo han hecho otros por defender el Evangelio (Hch 5:4), quizá debemos aprender que sufrir por la cruz también es un regalo de la gracia de Dios (Fil 1:29) y deberíamos aprender a gozarnos en la recompensa celestial y dejar de perseguir los deleites terrenales (He 11:25-26). Debemos aprender lo que significa ser bienaventurado por ser perseguidos por Cristo (Mt 5:10-12).

Por muchos años he sido confrontado con este texto; mis maestros trataron de enseñarme y prepararme para que no abandonara el frente, con sus testimonios, con sus luchas y pobrezas, con sus victorias y riquezas, pero también con sus caídas. Los que me instruyeron con este pasaje ya no están. Por lo que a menudo debo preguntarme: ¿Soy un verdadero soldado de Cristo, estoy dispuesto a sufrir con gozo las penalidades? ¿Y usted cómo está en relación a la tarea de servir firme en el Evangelio de Jesucristo, como soldado hasta la muerte?