Porque esto halla gracia, si por causa de la conciencia ante Dios, alguien sobrelleva penalidades sufriendo injustamente. 1 P 2:19.
¿Qué pasa cuando los creyentes sufren a causa de sus jefes o de la sociedad? En un sentido, Pedro le habla a toda la congregación para que entiendan que a veces el sufrir tiene sentido si se hace desde una conciencia cristiana. Padecer por ser obedientes a Dios es común entre los cristianos; es raro que cuando estamos obedeciéndole no encontremos oposición.
No hay mérito en ser amorosos y cuidadosos solo por un bien recíproco o por conveniencia (Lc. 6:32-34); Dios quiere que seamos amables, aun con los que se levantan contra el evangelio, con los jefes difíciles, con esta sociedad que corrompe y que odia a los de la fe.
Por la presencia de Dios, debemos aprender a ser humildes; esta quizá es la parte más difícil de la vida cristiana. El Señor anhela que, cuando los fieles sufren injustamente en el entorno laboral, no duden en su testimonio, sino que con humildad y paciencia acepten el trato injusto, conscientes de que Dios posee un control absoluto sobre toda situación. Entonces vendrá la bendición (2 Co. 4:17–18).
No hay gloria en sufrir por causa de nuestros pecados, pero sí se le da gloria a Dios cuando, por causa de su nombre, estamos dispuestos a sufrir el agravio de los jefes y la sociedad. Nunca debemos olvidar que estamos cara a cara con Dios en cada momento y que nos cuida, supervisa nuestro trabajo. No trabajamos para recibir la honra de los jefes; trabajamos delante de los jefes para honrar a Dios en nuestra labor diario.