Testigos de las virtudes de Cristo.

a black and white photo of a man in a suit reading a book

Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable. 1 P 2:9.

Después de que Pedro ha resumido la obra de Dios en la vida de los creyentes, y los ha designado como especial tesoro adquirido por la sangre de Jesús, explica que esta posición también tiene un objetivo claro y que para la iglesia se convierte en responsabilidad. Dice que los creyentes fueron salvados para anunciar de Cristo las virtudes.

Anunciar es una palabra que significa publicar y divulgar; en este sentido, significa hacer de conocimiento público algo que no lo es. Ahora lo que hay que anunciar son las virtudes de Cristo, lo que significa que de Él hay que anunciar al mundo sus atributos y cualidades de salvador del mundo. Debe decirle al mundo que en Cristo hay poder de salvación y vida eterna; esta acción claramente se ve ejecutada a lo largo del libro de los Hechos. (Hch. 1:8; 2:22; 4:20; 5:31–32).

Este Cristo al que predicamos tiene la capacidad de trasladar a las personas de las tinieblas, es decir, del estado de muerte y pecado en el que nos hallábamos, donde éramos esclavos del pecado y de Satanás (Ef. 2:1–2).  Es particularmente necesario que Cristo nos haya sacado de las tinieblas porque en la oscuridad de ellas amábamos el pecado y aborrecíamos a Cristo (Jn. 3:19–20).

Sabiendo las virtudes de Cristo y siendo nosotros testigos de su obra efectuada en cada uno, ¿cómo callaremos de su gran poder y deidad, de la gracia y el poder que tiene para salvar? El mundo dice que sabe de Cristo, pero sabe de Él como lo vieron muchos que lo crucificaron, con un conocimiento entenebrecido. Debemos anunciarles las virtudes de Cristo para que la luz del evangelio les resplandezca para salvación (Col. 1:13).

Así como Dios hizo la obra con nosotros, la puede hacer con quien Él quiera; nuestro deber es anunciarle al mundo que nuestro Redentor vive y salva a todo aquel que cree en Él (Jn 3:16) y es capaz de sacarlo de las tinieblas a la luz. De esto nosotros somos testigos.