Un evangelio sencillo pero real trae la salvación a los pecadores.

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Pues nuestra exhortación no procede de error ni de impureza ni es con engaño, sino que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones. 1 Te 2:3–4.

Es común ver a Pablo defendiéndose de los ataques de quienes lo persiguen, además defendiendo la integridad de su ministerio. Muchos estaban buscando la manera de opacar la obra de Dios; persiguieron a los creyentes, quisieron prohibir el evangelio y, por último, quisieron desacreditar a los apóstoles. Pero nada de ello funcionó; sin embargo, Pablo se permite dar testimonio de la nobleza con la que realizaba la tarea de llevar el evangelio.

Pablo además enseña que es necesario guardar la fe de quienes quieren destruirla y de los muchos falsos maestros que quieren contaminar el evangelio de Jesucristo (1 Ti. 6:3–4, 20). Por ello, claramente explica que el mensaje que les predicó no se origina en impureza ni engaños. La gente no fue atraída al evangelio como pez a la carnada, con engañadores; fue atraída por la verdad de la resurrección.

Dios les confió el evangelio a los apóstoles y les dio una aprobación duradera; los aprobó desde el principio y hasta el fin. Este evangelio era el poder de Dios para las naciones y quien cree en él jamás será avergonzado, Pablo fue encomendado y fortalecido para esta tarea (1 Ti. 1:11–12). Por esto es por lo que el evangelio no busca agradar a los hombres.

Dicho esto, hay que entender que todo creyente ha sido llamado y encomendado a la causa de Cristo; todos debemos participar de alguna u otra manera en la propagación del mensaje de salvación. La iglesia debe ser conocida por llevar el mensaje de Cristo, puro y sin contaminación.

Los creyentes debemos tener cuidado de no presentar un evangelio diferente. Debe ser el de la muerte y resurrección de Jesucristo (1 Co 15:3–4) y no engañar a las personas con «otro evangelio o prosperidad del evangelio» porque si se atreven a rechazar el verdadero evangelio, estarán perdidos. Hay que llamarlos al arrepentimiento, como ha sido desde el principio, para que no sufran la condenación eterna (Ap 21:8).

Un evangelio tan básico como este, un mensaje tan sencillo que exalta la obra de Cristo y llama a los hombres al arrepentimiento, es el que tiene poder de salvación (Ro 1:16–17). Es tan sencillo que cualquiera lo puede entender y tan práctico que cualquiera lo puede predicar. Sin embargo, los resultados son gloriosos: personas que salen de las tinieblas a la luz del Cristo, de muerte a vida (Jn 3:16).

Dios nos ha llamado a su glorioso evangelio; es necesario que ahora seamos pregoneros de su nombre en los lugares que nos ha puesto para que el evangelio corra y Dios sea glorificado en todo.