Sino, santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. 1P 3:15.
Santificar a Cristo en los corazones es una forma de metáfora; lo que se quiere comunicar es que los creyentes deben separar a Cristo de todas las demás cosas que desean, deben ponerlo como supremo, no tener otros dioses o adoración que no sea para Él. La cuestión es que, al tener a Cristo separado, se convierte en el centro de la vida de los creyentes, se vuelve el pilar de su vida, el centro de adoración; el creyente se vuelve leal y sometido a su voluntad (Ro 12:2)
Esta adoración absoluta al Señor también les dará a los creyentes las herramientas necesarias para presentar defensa de la fe. Una vida consagrada ayuda a que los cristianos, con su testimonio, su vida y su fe fortalecida únicamente en Cristo, puedan presentar defensa de quienes se lo demanden.
Los que viven una fe floja no pueden dar testimonio de Cristo porque ni siquiera ellos experimentan lo que es el poder transformador del Espíritu; menos van a llevar el evangelio a otros o defender una fe que no viven. La verdad es que muchos cristianos no saben cuál es su esperanza (Ef. 1:18; 4). Cuando quieren hablar de Cristo, hablan de «sus experiencias místicas, de sus iglesias de milagros», pero cuando se confronta su vida con las Escrituras, no pueden presentar defensa de la fe.
Cuando Jesús habló a sus discípulos acerca de defender la fe, les dijo que el Espíritu les daría que hablar (Lc 12:11-12); claramente, estos hombres estaban guiados por el poder de Dios y su Espíritu y es justamente lo que Pedro espera de los creyentes, que al llenarse del poder de Dios y al vivir centrados en Cristo, sus propias vidas puedan ayudarles a presentar defensa de la fe.
Hoy está bajo ataque la Palabra de Dios y el verdadero evangelio, especialmente en Latinoamérica, y esto se debe a lo poco centrados que estamos los cristianos en Jesús. Muchas veces los mismos creyentes son los que ponen en tela de duda la obra de Cristo porque dicen haber sido salvados, pero viven impíamente o con una mezcla entre lo que Cristo quiere y lo que el mundo da. En otras palabras, el sincretismo religioso, Cristo y el mundo habitando y gobernando corazones, cosa que es imposible.
Para poder plantarse con autoridad en este mundo, los creyentes deben vivir centrados en Cristo, en su gloria. No debe pensar el cristiano en cómo defender su fe porque la vive, la entiende a través de las Escrituras, ama la vida espiritual. De manera que cuando alguien pregunta, solo puede hablar de Cristo y este crucificado (1 Cor 2:2). No necesitaríamos tantos teólogos que hagan apologética (defensa de la fe) si nuestras vidas la defendieran por medio del testimonio que le damos al mundo.
Así que Dios nos demanda vivir una vida centrada en Cristo y en su gloria para que podamos ser testigos vivos de la fe que profesamos tener.
